Fernando Velasco Abad: Una vida de búsqueda, por Enrique Ayala M.

Gurbuz de Calismar
El 9 de septiembre de 1988 se realizó un acto de conmemoración del décimo aniversario del fallecimiento de Fernando Velasco. Allí intervine con las palabras que se transcriben a solicitud de la FENOC, la Corporación Editora Nacional y un grupo de amigos del Conejo. Me parece pertinente publicar e1 texto en este volumen de Procesos (Revista Ecuatoriana de Historia, No 12, Corporación Editora Nacional, Quito, 1998).


Estar aquí reunidos recordando a Fernando Velasco Abad no tendría sentido si éste no fuera un acto que da continuidad a una búsqueda iniciada por él desde las raices de su propia infancia. Porque ni a él le gustaban los elogios fúnebres de momificadas figuras del pasado, ni nosotros estamos para canonizarlo, transformándolo en un habitante más de ese retablo construido en la lucha laico confesional cuyos campeones son el Mártir y Vengador del Derecho Cristiano, el Santo del Patíbulo, por un lado y San Juan Montalvo por otro.

Estamos aquí para seguir buscando, porque más que ninguna otra, la búsqueda fue la característica fundamental de su espíritu inquieto, crónicamente insatisfecho, al tiempo que brillantemente creador.

Nacido al filo de la mitad de nuestro siglo, al Conejo Velasco le tocó vivir, como a muchos de nosotros, una vida cruzada por grandes transformaciones tanto en el país como en el mundo. Como que en medio del camino, entre los cincuenta y los setenta, varias veces nos movieron el piso y tuvimos que aprender a entender la rea1idad una y otra vez hasta ir encontrando formas cada vez más definidas y comprometidas de pensamiento y acción.

Una vida internacional caracterizada por el dominio de figuras como Churchill, Pío XII, Eisenhower y Stalin se vio de pronto turbada por remezones como la Revolución Cubana y el Concilio Vaticano 11. Y el Comandante Fidel Castro y Juan XXIII fueron, entre otros, referentes de una ola contestataria que
inundó América Latina con los ritmos de los Beatles y de Inti Illimani; que pintó paredes y cercas con las tintas de los muros de París del 68 y con la brocha gorda de nuestras protestas universitarias; que vivió con igual intensidad la campaña por detener los bombardeos de Vietnam y la lucha por el triunfo de Salvador Allende, figura máxima de la capacidad de victoria y resistencia de todo nuestro pueblo latinoamericano.

Un país propiedad de grandes señores de la tierra, de la banca y el comercio, que disputaban parcelas de poder sin abandonarlo jamás ni por mal sueño, alternando enfrentamientos confesionales y actos de irrupción caudillista bien controlados; se halló en cortos años envuelto en un proceso rápido de
modernización y reacomodo, que ya no podía ser explicado por el tradicional discurso de los tradicionales entendidos en la abogacía, los poemas provincianos y las biografías de los héroes. Un país en cambio brusco tenía que ser explicado con nuevas formas de ideología para que, pese al remezón, todo quedara igual al fin; o tenía que ser entendido desde perspectivas científicas y revolucionarias que coadyuvaran al avance de los protagonistas de su propia liberación.

Porque en la base de todo este panorama estaba el pueblo. Los trabajadores ecuatorianos, como los de otras tierras de Latinoamérica, movían el piso, avanzaban en conciencia y organización. Esto que generalmente lo vemos al último, estaba en realidad primero en todos esos años. Indios y campesinos en lucha por la tierra, obreros en búsqueda de mayor fuerza orgánica y de su unidad necesaria y prometedora.

En medio de todo esto transcurrió la vida de búsqueda del Conejo. Nacido en un hogar laico, de una brillante dinastía de maestros; aprendió desde niño el ejercicio del estudio y de la crítica, la avidez por la lectura y la charla productiva. Su talento, sin duda uno de los más altos del Ecuador, se ejercitó en esa disciplina que saben infundir nuestros viejos normalistas. A una edad récord concluyó la secundaria para ingresar luego a la Universidad Católica del Ecuador justamente cuando una nueva generación hacía soplar en ella vientos de cambio.

Desde entonces fue activo protagonista de un proceso de transformación académica y política de grandes repercusiones, cuya figura referente fue Hemán Malo González, muerto hace justamente cinco años también en medio de la persecución y de la búsqueda.

Pero la Universidad Católica no fue solamente el espacio de su formación; de su participación política inicial; del hallazgo de compañeros y amigos entrañables, muchos de los cuales estamos hoy aquí; del comienzo de su vida como profesor universitario, también a una edad récord; sino que significó su
encuentro con la posición humanista cristiana en trance de avance y ruptura. Esta circunstancia de no haber nacido en la corriente cristiana tradicional y no haber vivido en sus primeros años la cruzada apologética, sino de haberse topado con ella en el seno institucional de la universidad y maestros que
expresaban su crisis y su urgencia de transformación, enriqueció enormemente la vida, el pensamiento y la práctica de Fernando Velasco.

La tradición secular del laicismo que reivindicaba los avances democráticos del Ecuador de la primera mitad del siglo XX, pero que afrontaba la crisis del agotamiento del debate confesional, se encontró en sus años de estudiante con la tradición humanista cristiana, tan profundamente enraízada en nuestro
pueblo, empujada por el Concilio y por Medellín al compromiso con los pobres y con sus luchas. Este encuentro y la urgencia de superación de esas crisis paralelas, dos caras de una misma realidad más de fondo, lo lanzaron a la búsqueda de nuevas formas de entender la doliente realidad de América Latina y del Ecuador.

Transitando por las categorías de desarrollo, subdesarrollo, marginalidad, dependencia, dialéctica histórica, con las connotaciones ideológicas y teóricas que ello implicaba, llevó al Conejo a una propuesta interpretativa del desarrollo histórico del Ecuador. Su tesis de grado, trabajo en que rivalizan su brillantez, su calidad académica con su claridad, como lo destaca Moreano, fue en 1972 el documento más lúcido producido entonces sobre nuestra realidad. Pocas obras mantenidas inéditas por largo tiempo habrán tenido más copias circulando para discusión.

La obra es pionera en muchas de sus facetas. Luego de los cuarenta en que Benites Vinueza produjo su Ecuador: drama y paradoja que marca la transición del ensayismo en la interpretación histórica, se producía la primera interpretación general. Actores colectivos, causas estructurales, esfuerzo de periodización a partir de las realidades económicas y sociales, inserción en el panorama mundial. Todo ello con gran esfuerzo crítico, desafiante en más de un tema, como el de la reivindicación de García Moreno, cuya caracterización y la de su régimen denotan una madurez intelectual que superó de lejos el debate liberal conservador que dominaba las obras publicadas hasta estos días como novedad editorial.

Pero Ecuador: subdesarrollo y dependencia a estas alturas ya un clásico, no fue, no podía serlo, solo un ensayo académico; fue un instrumento de formación y de polémica política. A la vista de sus páginas abiertas se han escrito más de una docena de obras que pretenden, con magros resultados, ofrecer visiones alternativas de nuestra realidad. Hasta en ello la obra es fundamental, puesto que provocó la producción de otras, publicadas antes y con mucha mayor suerte editorial, puesto que tuvo que esperarse hasta 1979 para que apareciera una primera edición que, una vez agotada, no ha vuelto a aparecer a 10 largo del último sexenio.

Velasco no se agotó en su labor universitaria, que también abarcó docencia en la Universidad Central del Ecuador, de la que fue profesor por largo tiempo; su acción se extendió al frente campesino. Y su presencia allí fue también tan impactante como fuera de lo convencional. Trabajó en instituciones vinculadas a las corrientes cristianas y colaboró cada vez más estrechamente canta FENOC y el movimiento campesino. Tras un período de maduración y conflicto participó activamente en el establecimiento de la CEDOC socialista, institución que habiendo nacido al calor de la influencia clerical y conservadora ha llegado a ser definido vehículo de organización de los trabajadores y coadyuvante fundamental en el proceso de la unidad de las fuerzas populares del Ecuador, cuya expresión más alta constituye el Frente Unitario de Trabajadores, FUT. Su acción en este frente fue desde entonces lo crucial de su vida, como lo han dicho otros oradores.

Así, en el corto tiempo de como dos décadas de búsqueda inquieta y cada vez más comprometida, Fernando Velasco transitó por las vertientes más hondas de la identidad de nuestro Ecuador y llegó a la sistematización de sus propuestas académicas sobre la historia socio-económica, el problema campesino y el imperialismo, desde la perspectiva del marxismo, llegando a realizar una de las
contribuciones más originales y enriquecedoras a la interpretación socialista científica de nuestra Patria.

Y, desde luego, semejante posición y semejante lucha asimiladas críticamente no podían sino desembocar en los reiterados esfuerzos que hizo Velasco junto con muchos otros, por hallar caminos de construcción del socialismo en el Ecuador y América Latina, por constituir organizaciones políticas como el Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT) que negaran el reformismo en su
práctica militante y contribuyeran a la unidad de las fuerzas de izquierda y sectores populares organizados en su lucha por la revolución.

Fueron tantos y tan amplios los campos de trabajo de Velasco, fue tan rica su acción y tan prolífica su capacidad de planificar, que resulta difícil imaginarse que estaría haciendo ahora. Su sentido de originalidad y de búsqueda lo habrían llevado más lejos que nuestra propia imaginación. Pero cualquier cosa que estuviera haciendo hoy el Conejo sería dentro de su vocación cada vez más definida de intelectual comprometido y de militante sin dobleces. Estaría sin duda ahora organizando la protesta, afinando las condiciones de la lucha, escribiendo hasta la madrugada, no las razones de la suspensión de la lucha de clases en homenaje a buenas conexiones en el poder, sino los puntales de una batalla ideológica que habría de continuar sin descanso por esos caminos de la Patria como aquel en que encontró la muerte hace diez años.

Fue tan rico y tan multifacético el Conejo que resulta difícil definirlo. Sus adversarios en la derecha le decían comunista. Los comunistas lo acusan de social-demócrata. Los ideólogos liberales no le perdonan sus presuntos "devaneos católicos". Pero claro, ni era comunista, ni social-demócrata, ni
católico. Fue un hombre cuya fuerza fue la búsqueda hasta los bordes de todas las ortodoxias, pero con un compromiso cada vez más claro. Era, más allá de todo, un revolucionario, un combatiente imaginativo, definido y honesto por el futuro revolucionario que construyen los trabajadores.

Estamos aquí por eso, no para lamentar su pérdida, sino para reactivar su vocación de búsqueda de nuevos caminos para las ciencias sociales comprometidas, de nuevas y más avanzadas formas de organización y unidad del pueblo ecuatoriano, de recuerdos entrañables que nos unen como amigos
y compañeros hasta más allá de sus años de presencia y hasta más allá de esta década de ausencia. Porque si renundáramos a este prurito de buscar qué le era propio y a la brillantez de encontrar la sencillez y claridad que nunca le abandonó, estaríamos renunciando a nosotros mismos.

Cuando comencé a escribir estas palabras mi intención era presentar el legado académico e intelectual de Fernando velasco Abad, especialmente a quienes no le conocieron. Confieso ahora que al acercanne a este punto he ido alternando mi intención original, puesto que no puedo, menos mal, hablar del Conejo cientista social y dirigente sin rememorar también al compañero de estudios primero y luego de cátedra, al amigo entrañable con quien vivimos una diversidad de luchas y de experiencias.

Haría mal si dijera aquí que hablo en nombre de todos los que podrían decir lo mismo, pero creo que puedo decir por muchos que si su muerte fue uno de los más dolorosos momentos vividos por una generación, su vida, no por truncada lejana para nosotros, es cada vez más, un referente intelectual y
político, así como su recuerdo nos une para sentirlo irreversiblemente propio.

Nadie es dueño de su memoria, que no es ni siquiera ya de su familia o de alguna fórmula institucional, sino de los trabajadores del Ecuador, del futuro revolucionario de nuestro país y de América Latina. Pero el día que nos congregamos aquí para recordar su muerte, vamos más allá de la fría madrugada
del 9 de septiembre de 1978 cuando encontró su destino en el borde de una peña, nuestro barro al fin, para avanzar por ese no terminado camino de búsqueda que recorrió en su vida, tan cercana a la propia, como inmensamente querida.

Semblanza de Fernando Velasco Abad, por Raúl Borja N.


I. La etapa

Fernando Velasco Abad nació el 27 de abril de 1949 y falleció el 8 de septiembre de 1978, poco antes de cumplir treinta años. Este hecho trágico marcó el inicio del fin de su mayor proyecto como ser político, esto es, la construcción del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores. Es difícil reconocer esto pues, además de otras razones, aquello implica admitir la fragilidad de un proceso social, político e ideológico que se perfilaba como alternativo a la incidencia de la tradición comunista y socialista desde la década de los veinte del siglo pasado en el Ecuador.

En efecto, la presencia del PCE estaba demasiado identificada (hasta hoy) con la búsqueda y el feliz encuentro de la burguesía nacional, dentro de los pliegues de los gobiernos de turno y, por lo tanto, estaba embriagada con los melosos beneficios de palacio (hasta hoy). La otra tendencia histórica de izquierda, la socialista, revelaba en los años 70 del pasado siglo, como nunca antes, dos características históricas del socialismo ecuatoriano: una, la división interna con la consiguiente conformación de fracciones de liderazgo más que todo personal (socialistas revolucionarios, socialistas amarillos, reformistas, sindicalistas y fracciones locales importantes que se han manejado siempre con autonomía); otra, su apego a la lucha sindical, económica, de los gremios de trabajadores, con una visión reduccionista. Aparte de estas dos expresiones legendarias de la izquierda ecuatoriana (PCE y PSE) que había subsistido medio siglo, en los años 70 había en el Ecuador otras manifestaciones de izquierda encarnadas más que todo en grupos auto-considerados “la vanguardia”, unos intentando sin éxito retar al sistema con las armas, aunque sin llegar a dar combates estratégicos, otros, más o menos entregados en sus claustros a la lectura de los textos clásicos de la izquierda mundial, en particular de V.I. Lenin y su famoso ¿Qué Hacer?.

II. La persona

Fernando Velasco Abad, a inicios de los años 70, siendo muy joven aún, traía bajo su brazo un brillante desempeño como Profesor de Economía Política en tres espacios académicos más importantes entonces que ahora: la Universidad Católica (Facultad de Economía), la Escuela de Sociología (Universidad Central) y la Academia de Guerra del Ejército. Por sus relaciones académicas con lo más progresista de los Jesuitas, tendencia liderada por el sacerdote y filósofo Hernán Malo González S.J., Fernando Velasco Abad se conectó en esos días con el INEFOS, un espacio de formación de las bases de la CEDOC (democristiana), y pasó rápidamente a ser su líder de formación de lo más selecto de sus bases. Él era un laico (por formación y tradición familiar) aunque estaba fuertemente impactado por las nuevas corrientes de pensamiento social y acción política que eclosionaban dentro de la Iglesia Católica Progresista, bajo el paraguas de la Teología de la Liberación y la influencia ética de Camilo Torres.

En esos ambientes, Fernando Velasco Abad se “conectó” con sobrada fluidez con una fracción del MIR que desde los inicios de los 70, hacía un denodado “trabajo sindical”, particularmente entre los trabajadores eléctricos, y convivía en los barrios de tradición obrera de Quito, en una romántica búsqueda del “ser proletario” apenas visible entre los patios húmedos y los talleres artesanales de Chimbacalle y la Ferroviaria Alta. Así fue como arribó a la militancia sindical y política, misma que se respaldaba, desde lo teórico e histórico, con sus sesudas lecturas de dos corrientes del pensamiento mundial de izquierda: Carlos Marx, Rosa Luxemburgo y Kautski, de una parte; y de otra, la Teoría de la Dependencia con sus grandes polos de construcción de pensamiento: México (Ruy Mauro Marini) y Santiago de Chile (Theotonio Dos Santos). No olvidemos que todo esto resonaba con ese auténtico tremor revolucionario latinoamericano, con el Che muerto en Bolivia, con Salvador Allende empezando su glorioso experimento del Socialismo a la Chilena, y con los intelectuales latinoamericanos entre impactados por la Masacre de la Plaza de las Tres Culturas, México DF, y el boom de la mágica literatura de este pedazo de planeta.

III. El proyecto político

A una velocidad casi meteórica, Fernando "El Conejo" Velasco, pasó a ser el ideólogo de un proyecto político que empezó a llamarse la URT (Unión Revolucionaria de Trabajadores, 1974), y que devino en el MRT (Movimiento Revolucionario de Trabajadores, 1977). Este proceso no derivaba del desempeño académico de El Conejo, mismo que siendo de gran importancia y brillantez en su corta vida, no ocupaba la parte medular de su preocupación como Ser Político. Esa parte se hallaba enraizada y floreciente en la militancia de Fernando Velasco, que avanzaba en una espiral dialéctica desde el espacio de formación sindical referido (CEDOC-FENOC), hacia la estructuración de un pensamiento genuino, de izquierda socialista, sobre la construcción de un movimiento de clase trabajadora, no un partido político, todo esto en medio del trabajo de formación de lo que entonces se llamaba “los cuadros políticos” que aparecían como brotes de soya en las cooperativas agrícolas arroceras de la Costa, en las fábricas y talleres manufactureros de las ciudades, y también en las universidades ecuatorianas.

Este elemento es importante destacar, pues para El Conejo Velasco, la “línea divisoria” entre lo uno y lo otro, lo sindical y lo político, o lo corporativo y lo partidario, era tenue, bajo ciertas condiciones por supuesto. En muchas ocasiones, las asambleas del MRT eran las asambleas de los campesinos, indígenas, obreros y artesanos de la CEDOC-FENOC, ya en Quito, en el suburbio de Guayaquil, o en la lejana ciudad de Macará. En todos los casos el sueño era similar: el Movimiento de los Trabajadores, y la verbalización (la retórica del Socialismo) arrancaba pasiones a todos. En esos años, el movimiento sindical se alimentaba en tres vertientes necesarias y complementarias: la lucha por mejores condiciones de vida (contra la explotación capitalista); la lucha contra el Estado capitalista (la opresión de la burguesía como clase en el poder); y la lucha ideológica, que Fernando la planteaba con énfasis, con un fuerte contenido de cambio de valores éticos y culturales, afirmando que la ideología revolucionaria en ciernes se asienta en la libertad, la responsabilidad, la solidaridad y la apropiación de las conquistas universales por parte de los trabajadores que aquí, o allá, en todo el planeta, estaban siendo tratados por el capitalismo como “trozos de carne apta para preparar las hamburguesas”…

IV. Personaje y proyecto

En el proyecto de construcción del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores, Fernando Velasco Abad fue más que todo un Educador. ¿Qué clase de Educador? Empiezo resaltando aspectos importantes de “forma” que hacían a nuestro personaje. Él era un didacta, no sé si por vocación y/o por influencia de su madre y su padre, ambos notables educadores formados en la didáctica alemana laica de los institutos pedagógicos más tradicionales. Fernando era muy ordenado en las estrategias de transmisión-recuperación-síntesis del conocimiento. Lo recuerdo como un planificador cuidadoso de las intervenciones y un excelente sistematizador de los aportes de sus interlocutores. Siendo un teórico, Fernando el educador era un inductivista que buscaba que los otros vayan descubriendo sus saberes en el camino, antes de arribar al armado de un modelo de pensamiento abstracto. En lo antes dicho, no estoy pensando en el académico, sino más que todo en el formador de los cuadros políticos dentro de las cooperativas agrícolas arroceras, los sindicatos fabriles y otros espacios similares de los trabajadores.

El Conejo era un educador ideólogo, que daba gran importancia a los valores de vida que deben constituir lo sustancial del cambio de pensamiento y de la búsqueda de nuevos derroteros políticos. Lo recuerdo siempre con sus “cuadernos tipo universal”, con su “pluma fuente” de tinta azul, sacándose de rato en rato sus lentes de intelectual para darse un fácil masaje en sus párpados… así, organizando esquemas y diagramas para sus intervenciones como educador ideólogo. En la academia, lo recuerdo enviando a investigar a sus estudiantes de Sociología las características concretas de la estructura agraria del Ecuador, y exigiéndoles precisión antes que lirismo en sus informes de lectura, esto como umbral antes de pasar a las lecturas de Kautsky y Lenin, sobre El Desarrollo del Capitalismo en Rusia; o, salvando las distancias, antes de arribar a la interpretación de los datos del Informe de la Comisión Interamericana de Agricultura (OEA), sobre la estructura de propiedad de la tierra en Ecuador hacia los años 60-70; pero también, previo al estudio crítico de los opúsculos de Pedro Saad (PCE) sobre lo que entonces llamábamos “El Problema Agrario en el Ecuador”.

Finalmente, rescato de alguno de sus escritos elaborados con sentido didáctico y finalidad política, una especie de decálogo de valores que debían caracterizar a los procesos educativos de los trabajadores:

“Valor de la dignidad humana; Valor de la libertad y de la responsabilidad; Valor de la promoción colectiva; Aspiración a reemplazar la propiedad privada de los medios de producción por su apropiación social; Aspiración a sustituir la primacía del beneficio particular por la primacía del trabajo como categoría económica y social dominante; Aspiración a poner al alcance de todos la instrucción y la cultura; Convicción dinámica de tener, los trabajadores unidos y en conjunto, la tarea de construir una sociedad justa; Aspiración profunda a una efectiva liberación; Impulso profundo a operar un cambio de civilización hacia un proyecto de civilización de real igualdad, libertad y responsabilidad…”

V. Epílogo: El proyecto muere antes del mediodía

El fin del proyecto político del MRT coincidió con el fin de la vida de Fernando Velasco Abad. Al margen de la coincidencia en el tiempo, los dos hechos tuvieron un marco general de referencia histórica, que es importante resumirlo. En 1977-78 el Ecuador estaba abocándose al “retorno a la democracia constitucional”, un proceso de “ordenamiento institucional” que dio a luz la etapa de re-conformación del poder burgués-oligárquico cuyos estertores aún los estamos viviendo. Ese proceso tendría a lo largo del tiempo tres aristas: de una parte, la recomposición del “modelo” de acumulación capitalista en el Ecuador, resultado de lo cual serían desplazados de su rol de liderazgo los obreros de la mayor parte de fábricas y empresas de tecnología atrasada, que era la que predominaba en el Ecuador de entonces: con esto, el sindicalismo (el soñado proyecto del FUT) perdería rápidamente protagonismo social y político, bien ganado en las décadas precedentes de lucha social. De otra parte, entre 1977-78 se abrió en el Ecuador una re-configuración política con el salto a escena de fuerzas liberal-socialdemócratas, que con su programa de construcción del Estado de Bienestar, aunque sea mediatizado, dejó sin piso las plataformas reformistas de la izquierda, misma que concebía la lucha reivindicativa, económica, de los obreros, como una “correa de transmisión” de sus propósitos partidarios. En esa contingencia, el FADI (Fernando Velasco Abad fue uno de los generadores del proyecto, en 1976-77) fue transformando su carácter, de frente electoral de izquierda, a apéndice de la Izquierda Democrática. En ese horizonte de retos y ambigüedades, el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores liderado por Fernando Velasco Abad debatía, en cenáculo, si continuar como movimiento no-electoral, o legalizar su estructura dentro del Estado, o alinearse como un movimiento outsider a alguna de las fracciones del trotskismo internacional. El Conejo halló en Cuenca (1978) una fórmula de transición (él era un gran consensuador), misma que se tradujo en el eslogan electoral ¡SOLO EL SOCIALISMO ES DEMOCRACIA!

Poco antes él mismo nos había planteado:

“¿Cómo entendemos el movimiento de los trabajadores en una perspectiva revolucionaria? Lo entendemos como un hecho histórico, pensado y desarrollado por los mismos trabajadores, con un contenido y una acción transformadores, encauzados a la superación del sistema capitalista para la construcción de la nueva sociedad, conforme queremos y entendemos los trabajadores, donde la propiedad privada de los medios de producción sea reemplazada por la apropiación social de los mismos, donde tengamos libertad y democracia auténticas y donde el Estado cumpla con su finalidad de lograr el bien común para el desarrollo pleno del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres…”
Por último, la tercera “fatal coincidencia” que hubo entre la muerte de El Conejo y la debacle del proyecto político en ciernes, se materializó en el campo ideológico. La recuperación de la hegemonía de la alianza burguesa-oligárquica en 1977-78, a pesar de sus fisuras y contradicciones, implicó una paulatina derechización ideológica en el Ecuador, de modo que al pensamiento del cambio (reformas sociales, democracia genuina, justicia social, relaciones inter-culturales sin subordinación, etc.) le siguió el predominio de las ideas sobre el crecimiento económico como base para la justicia social, el progreso como condición de la conquista individual del bienestar, la economía social de mercado, el liderazgo como paradigma del cambio social en lugar de la construcción de una cultura política moderna en el conjunto de la sociedad, por último, el individualismo como paradigma de la vida opacando a la organización social como artífice de los cambios, etc.

Entonces, poco antes de su partida, Fernando Velasco Abad escribía:

“En resumen, más peligroso aún que las ideas que la clase dominante nos pone en la cabeza, es el hecho de que nos ha metido una forma de pensar, de razonar y de actuar, de tal manera que bien podemos decir que es como si llevásemos un capitalista adentro…”

16 de octubre de 2011


* También incluido en: La Hora de los Trabajadores, 29 Nov. 2011

Su compañerismo caminante, siempre...


Fotos de Riobamba, La Sultana de los Andes

Muchos escribirán muchas cosas consistentes, impresiones, en tanto tiempo hay acumulación de ideas y afectos.

Yo recuerdo su paso breve por Riobamba, mi ciudad, su prisa y su compañerismo caminante siempre. Alguna broma y alguna sonrisa que disparaba a los amigos que escuchaban sus pensamientos anticipados a los hechos.

Así lo vimos y así lo recordamos, como la voluntad de estar adelante, no después.

Padre Estuardo Gallegos
Riobamba-Chimborazo

Obras de Monseñor Proaño se publican  (Diaro La Prensa, Riobamba, 13/10/2011)
Historia de Alausí y el Instituto de Investigación Histórica de Alausí promovido por Estuardo Gallegos
Taita Leonidas Proaño, discípulo del pueblo, por Patricio Del Salto, Boletín ICCI-RIMAI, Año 3, No. 29, agosto del 2001
Municipio de Riobamba

Para entender la sociedad ecuatoriana, por Fernando Velasco Abad

Presentación

Puede parecer extraña la publicación de este texto de Fernando Velasco. Quizá se piense que el tipo de discusión planteado en é1 ya ha sido superado por el "correr del agua bajo los puentes". Sin embargo, hay mucho espíritu actual en las líneas siguientes; y ello porque los problemas que señala no han sido superados. 

Al marxismo se le ha achacado frecuentemente una falta de espíritu crítico para consigo mismo. El artículo de Fernando Velasco muestra que esto es válido para una corriente que ha hablado durante decenios a nombre del marxismo, pero no para el conjunto del pensamiento marxista. Que también desde adentro del marxismo se ha luchado contra aquellos que sólo ven "calcos y copias" y no se
toman el trabajo de investigar la realidad, contra el economicismo, contra los análisis simplistas de blanco-negro y buenos-malos, contra la indiferenciación de táctica y estrategia. 

Si bien los temas de las discusiones de entonces no son los mismos de ahora, las tendencias permanecen, aunque cambiadas de signos. Hoy la táctica predomina por sobre la estrategia y se  calca de otros procesos. Hoy la política ya no es vista como un reflejo de la economía: al contrario, muchas veces se la cree absolutamente autónoma de ella. Pero, igualmente, hoy se ha extendido la capa de intelectuales que profesan el "no alineamiento político". Las ilusiones pueden ser otras y acaso se las crea más realizables, pero, de cualquier modo, "los sueños, sueños son"

Hemos vivido bajo la apariencia de haber desatado un nudo. Pero tal vez ocurre que se lo ha anudado de otro modo. Las relaciones concretas entre economía y política, y entre estructura y coyuntura, aun bajo la forma de análisis más complejos, continúan veladas. La debilidad teórica, lejos de haberse superado, se ha profundizado -y no solo en el campo del marxismo. El espíritu crítico frente al adversario y frente al propio campo está viciado de unilateralidad, cuando no ha desaparecido.

Todas estas preocupaciones están presentes en el articulo de Fernando Velasco, que las enfrenta desde el compromiso político. No puede construirse una verdadera alternativa, una "nueva izquierda", si no es sobre la base de la resolución teórica de estos problemas, y de otros que nos ha donado el paso del tiempo. El artículo se queda inconcluso -como la tarea que hay que resolver-, pero nos aporta una manera de entenderla.

La publicación de este texto ha sido posible gracias a la colaboración prestada por los familiares de Fernando Velasco. 



Mario Unda
Director de "Ciudad Alternativa"

* En: Ciudad Alternativa No 1, oct-dic 1989, Centro de Investigaciones CIUDAD, Quito.


Para entender la sociedad ecuatoriana 
Fernando Velasco Abad


Quito antiguo




Los análisis políticos marxistas realizados en el país a menudo han caído -en el mejor de los casos - en un acentuado economicismo, cuando no en la más burda de las simplificaciones.

1.2. El análisis simplista y a todas luces antimarxista es el producto de la debilidad teórica de los partidos y movimientos de izquierda. La dificultad de dilucidar correctamente el carácter de la formación social ecuatoriana; la concepción de la clase dominante como un todo indiferenciado en el que no existen contradicciones internas; el maniqueísmo político, fruto de una ideología eticista pequeñoburguesa, y la confusión de tácticas y estrategia, aparecen como algunos de los principales errores de esta concepción.

1.3. Por otra parte, como reacción a este simplismo, se ha desarrollado recientemente y con creciente prestigio, una tendencia de análisis que si bien [es] más seria y profunda, cae en un grave error: el
economicismo.

Esto es, el cientificismo que impulsa -en parte como reacción al pobre nivel de análisis- el surgimiento de esta tendencia, así como la extracción de clase y el no-alineamiento político de sus impulsores lleva[n] a una negación tácita de la autonomía relativa y, consecuentemente, de la importancia que tiene la instancia política dentro de la formación social y, en esta perspectiva, lo que es más grave, se llega a analizar la coyuntura bajo el prisma exclusivo de las tendencias objetivas que emanan del sistema productivo, perdiéndose de vista la necesidad de análisis de lo político, que es lo que define y especifica la coyuntura.

1.4. Habría que señalar, finalmente, que dentro de esta última perspectiva, al perder lo político su carácter definitorio de la coyuntura y al limitarse a proyectar mecánicamente, con una causalidad lineal lo que ocurre en la esfera de lo económico, se ha llegado a yuxtaponer indicadores políticos externos, propios del diario juego de los partidos y los hombres, a los análisis económicos. De esta suerte no sólo que se ha confundido el nivel estructural de la instancia política con el mero juego cortesano, sino que, como consecuencia lógica, se ha concebido el estudio de la coyuntura como la acumulación de datos acerca de las acciones políticas externas de los supuestos representantes de los actores económicos.

Una concepción, por consiguiente, que se pierde en las artimañas del juego político del momento y que no capta el proceso social en su fase actual.

1.5. Las presentes notas intentan ser un primer aporte a la discusión teórica en el seno de una nueva izquierda que está surgiendo. El señalamiento de los errores anteriores no nos exime de ninguna manera de caer en estos o en análogos. Por otra parte, el trabajo solo pretende ofrecer ciertas reflexiones preliminares que deberán ser  corregidas y enriquecidas a través de la discusión.

2. Dado que la estructura social se compone de tres instancias íntimamente ligadas entre sí, en la que una de ellas - la económica - es determinante en última instancia, pero en la que cada cual es relativamente autónoma, parece útil, a fin de clarificar la actual situación, presentar un somero análisis del estado actual de las estructuras regionales.

2.1. Tradicionalmente, el eje vertebrador del sistema productivo ecuatoriano ha sido el sector agro-exportador de productos tropicales. Vinculando dinámicamente el país al mercado internacional alrededor de 1900, el primer auge exportador, basado en el cacao, llegará hasta 1920. La propia configuración estructural de la economía hará imposible cualquier intento de industrialización aprovechando la atenuación de la dependencia por la crisis de 1930.

De esta suerte, entre 1930 y 1948 se mantendrá el patrón tradicional de desarrollo aunque con menor dinamismo, en base a sucesivas devaluaciones y a una superexplotación de la fuerza de trabajo. En 1948 se reactiva la economía exportadora por la crisis de las bananeras centroamericanas de la United Fruit. Este nuevo auge exportador, a diferencia del primero, tiene una mayor radicación, consolidando un cierto mercado interno por la elevación del nivel de ingresos de los sectores medios de la población. Sin embargo, el nuevo auge se sustentaba en bases extremadamente frágiles. El Ecuador fue incorporado al núcleo de países exportadores de banano en calidad de zona proveedora de reserva, esto es, por la eventual crisis de las plantaciones centroamericanas, atacadas por las plagas y los tifones. Cuando las corporaciones yanquis que controlan el mercado bananero logren desarrollar nuevas especies más resistentes van a retornar a sus propiedades centroamericanas, limitando las posibilidades de la burguesía exportadora ecuatoriana.

A partir de 1955 se inicia la pérdida de dinamismo de las exportaciones de banano, que entran en crisis en 1960.

2.2. La ampliación del mercado interno y una cierta acumulación de capital en manos de la burguesía exportadora viabilizan en la década pasada el inicio de un proceso de industrialización por substitución de importaciones.

Sin embargo, este proceso va a estar sobredeterminado por las nuevas condiciones del sistema capitalista mundial. Afectado éste por la crisis de 1930, saldrá restablecido de la segunda guerra mundial, que marca la definitiva hegemonía de los Estados Unidos. Consecuentemente, el sistema recobrará su tendencia integradora, proyectándola no solo a nivel de las relaciones comerciales, sino agrupando y concentrando los sistemas productivos comprendidos en su seno.

En otras palabras, a partir de la segunda posguerra se acelera la inversión norteamericana en el extranjero y, lo que es más interesante, comienzan a cobrar creciente importancia aquellas que se realizan en el sector de más dinámico de crecimiento: la industria.

Este hecho está gradualmente configurando una nueva división internacional del trabajo. Se observa cómo la producción de ciertos bienes manufacturados se realiza ya no exclusivamente en la metrópoli sino también en ciertos países periféricos a fin de aprovechar mano de obra más barata y desabastecer al mercado interno de esos países. Eso sí, el control de dicha producción se halla en manos de las grandes corporaciones, mayoritariamente norteamericanas y, en menor grado, alemanas, japonesas, francesas, etc.

2.3. El carácter capitalista del desarrollo ecuatoriano significa, entre otras cosas, que la producción se la hace no para satisfacer necesidades nacionales, sino para obtener ganancia. Esto significa, en resumidas cuentas, que un proceso como el de la industrialización está orientado según deseos de aquellos grupos que monopolizan el poder de compra en el país.

Ahora bien, es evidente que estos grupos son muy reducidos.

Apenas un 5% de la población activa tiene ingresos anuales superiores a los $ 20.000. En estas condiciones, la demanda es, en términos cuantitativos, bastante reducida, pero en cambio como existe una élite de altos ingresos, este grupo demanda una gran cantidad de cosas.

Parte de estos bienes demandados se satisfacen a través de importaciones, y otra parte se produce en el país. Puesto que el grupo de medianos y altos ingresos es muy propenso a la adopción de hábitos de consumo similares a los que rigen en Estados Unidos y Europa, la industria ecuatoriana necesariamente tiene que importar la tecnología de esos países.

La tecnología determina una cierta combinación de capital y de fuerza de trabajo para la producción.

En las metrópolis capitalistas, el costo del capital es bajo, dada su  abundancia. En cambio, comparativamente es alto el costo de la mano de obra. Consecuentemente, su tecnología es ahorradora de fuerza de trabajo, pero [...] demanda gran cantidad de capital.

La concomitancia, por una parte, de un sector industrial tecnológicamente dependiente y, por otra, la existencia de una coyuntura mundial caracterizada por el renovado vigor integracionista del imperialismo, va a determinar las características de la industrialización en el país.

En efecto, la pasada década se caracteriza tanto por el incremento de la industria como por el creciente control que el capital extranjero está cobrando sobre las ramas más dinámicas del sector manufacturero. En este sentido, la estructura económico-social va a sufrir dos transformaciones básicas: 1) la aparición de un sector de inversión que ofrezca una alternativa frente al tradicional agropecuario - ya sea exportador o destinado al mercado interno; y 2) la consolidación de un verdadero enclave dentro de la industria.

Evidentemente, estos dos elementos nuevos no operarán exclusivamente a nivel de lo económico sino que, como es obvio, su presencia se traducirá en transformaciones en la instancia d e lo político y de lo ideológico.

2.4. El elemento que definirá el nuevo carácter de la dependencia ecuatoriana será, sin lugar a dudas, el petróleo. Descubierto en [el] nororiente en 1967, su explotación se iniciará en el segundo semestre del presente año.

El control directo que sobre este sector tendrá el capital extranjero, abre una serie de transformaciones.

- Dadas las características técnicas de la explotación petrolera, esta demandará mano de obra en forma relativamente escasa, lo cual es especialmente grave si consideramos la capacidad de absorción de fuerza de trabajo que tenía, en sus períodos de auge, el sector agro-exportador.

- El impacto mayor del petróleo sobre la economía ecuatoriana será a través del monto total de ingresos que perciba el estado. En este sentido, es evidente que estos ingresos ampliarán de manera notable la capacidad de inversión del gobierno, que eventualmente podría utilizar parte de esos recursos en la construcción de obras de infraestructura, con lo que se podría absorber una fracción del excedente de oferta de fuerza de trabajo que tiene el sistema.

En estas condiciones, como es usual en una situación de enclave, el impacto de esto en la economía nacional dependerá en buena parte de la capacidad de negociación del grupo que control ando el estado oficie de intermediario entre el enclave y la nación.

- El incremento que se operará en el ingreso nacional, como es obvio, va a acentuar la desigualdad en la distribución de la riqueza. Por consiguiente, se consolidarán las distorsiones antes anotadas de la demanda, con sus consiguientes efectos en la estructura industrial.

* Ver ficha bibliográfica en Flacso Andes