Fernando Velasco, por Enrique Ayala Mora

Omar Arregui, La Compañía, Quito - Quitomas
Hace tres décadas, antes de cumplir 30 años, Fernando Velasco Abad era ya uno de los economistas más notables del Ecuador, brillante profesor universitario, autor de varios textos fundamentales sobre el país, lúcido renovador de las Ciencias Sociales y activo promotor de la organización campesino indígena. Por años se había dedicado al trabajo de promoción agraria, llegando a ser asesor principal de la emergente Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Fenoc. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del Frente Unitario de los Trabajadores, FUT.

Era un hombre sencillo, alegre y jovial. Nacido en una familia de destacados maestros laicos, había hecho una carrera estudiantil meteórica. Se graduó de bachiller a los 16 años y de economista a los 20 en la Universidad Católica del Ecuador. En cuestión de meses era ya profesor de esa casa de estudios y también de la Central. Su tesis, que debió esperar años para ser publicada, fue leída por muchos y marcó una nueva etapa de los estudios económicos e históricos. Otros trabajos, sobre cuestiones campesinas y economía internacional, tuvieron mucha influencia nacional y traspasaron nuestras fronteras.

La elevación de la conciencia de los campesinos y sus demandas por reforma agraria habían impulsado el robustecimiento de su organización nacional. Al mismo tiempo que crecía la Fenoc avanzaba también en ella, como en otros organizaciones, un proceso de avance de una definición política por el socialismo. Fue así como se transformó en un referente de la lucha social en el país.

En todo este proceso Fernando Velasco fue un referente. Con una concepción moderna de la organización, privilegió el trabajo de formación. En este empeño se lo encontraba dando cursos y seminarios en muchos lugares del país. El 9 de septiembre de 1978, en medio de un viaje de trabajo con dirigentes de la Fenoc, perdió la vida en un fatal accidente de tránsito.

A los 30 años de su muerte, muchos de mi generación recuerdan a Fernando Velasco como el ‘Conejo’, la forma coloquial en que lo tratábamos. Muchos jóvenes no han oído hablar de él, ni saben que una editora se llama El Conejo justamente por él. A lo mejor son admiradores de Juan Fernando Velasco, pero no saben que es su hijo. Pero su huella sigue presente en los estudios sociales y la organización popular. La Fenoc, que ahora se llama Fenocin, en el cuadragésimo aniversario de su fundación, honró su memoria y le puso su nombre a su décimo congreso nacional reunido en Portoviejo.

El flamante sucesor de Pedro de la Cruz en la presidencia de la Fenocin, Luis Andrango, al asumir su cargo, planteó el compromiso de mantener o profundizar el compromiso de la organización con la lucha por el socialismo. Ese será, ciertamente, el mejor homenaje a la memoria del ‘Conejo’ Velasco.



* Enrique Ayala Mora, Rector de la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB), Quito. Publicado en El Comercio, Quito, 9/12/2008

Fernando Velasco, por Pepe Laso






Diario Hoy, Quito, 4 noviembre de 2007
Incluido en el libro: Pepe Laso Rivadeneira, Tiempos y palabras, Universidad Andina Simón Bolívar-Sede Ecuador, Corporación Editora Nacional, Quito, agosto 2018.


La tierra está húmeda por la lluvia , Vamos reconociéndonos los amigos, que venimos de diferentes lugares, diferentes tiempos, llamados por la memoria.

Junto al edificio de FLACSO, el Municipio de Quito ha decidido nombrar a un pequeño parque, con el nombre de Fernando Velasco, uno de los más importantes cientistas sociales, que nos dejó libros fundamentales como su tesis Ecuador: Subdesarrollo y dependencia o su trabajo sobre Reforma Agraria y Movimiento Campesino Indígena de la Sierra, entre otros escritos. Fernando murió una madrugada, en un accidente de tránsito, a los 29 años, en la plenitud de su vida.

El Director de FLACSO Adrián Bonilla hizo una síntesis del pensamiento de Fernando Velasco y al finalizar su discurso se le quebró la voz.

Algo, entonces me atravesó y quizá porque vi a su hijo, Juan Fernando Velasco, el cantautor, tan parecido a su padre, la memoria me trajo, como suele acontecer, esa impresión, de que eso alguna vez ya lo había vivido.

Recordé algunas cosas sencillas que vivimos, los años que trabajamos juntos. Ibamos ya por el segundo día, y los campesinos de Pusir Bajo en el Valle de El Chota, no asistían al pequeño curso de contabilidad que dictábamos. Nuestras mujeres nos habían fabricado unos pequeños costalitos de tela y unos billetes de esos que venían con unos caramelos baratos, que eran nuestro material pedagógico. Cuando preguntamos por qué no llegaban al curso, nos dijeron que no venían porque nosotros estábamos alojados en la casa de la voladora. Cuando mencionaron la palabra escoba, comprendimos que la dueña de la casa era la bruja y era la prestamista. Nos mudamos y comenzaron a llegar. Cada dos horas la pequeña aula de la escuela se llenaba de asistentes diferentes. Fernando entonces les dijo que si se cambiaban tanto no iban a aprender nada. Lo que pasa, compañero, es que cada vez que entramos, ustedes nos dan un cuaderno y un lápiz y nosotros los juntamos para los niños que van a la escuela.

Jorge Sanjinés, el gran cineasta boliviano, nos había traído sus películas y creo que ya había filmado aquí: “Llucshi caimanta” sobre la expulsión del Instituto Lingüístico de Verano. Fuimos con Fernando a Tena, a dictar un curso a las organizaciones campesinas y llevamos la película. El traqueteo de nuestro jeep Nissan destrozó el foco del proyector. Tienen uno, nos dijeron, en la Misión Evangélica. Hablamos con un pastor norteamericano que, por nuestros pelos largos, sospechó que la película era cuestión de El Maligno. Le convencimos de que él mismo nos acompañara. Aceptó, con la condición de que después de nuestra película, él pasaría una sobre la Pasión de Nuestro Señor. Durante la proyección los ojos del pastor parecían ascuas ardientes. Dijo que él dirigiría el foro con los campesinos quichuas. Tuvimos que salir afuera con Fernando a reírnos desaforadamente cuando el pastor, en su media lengua, comparaba la escena del baño de los comuneros al pastor gringo en la película de Sanginés, con la traición de Judas, al Jesús anglosajón, rubio e imperial.

“A las aladas almas de las rosas
de almendro de nata te requiero
que tenemos que hablar de tantas cosas
compañero del alma, compañero”.

Reminiscencias del Conejo, por Guadalupe Tobar

Arte indígena - Tigua, Ecuador
La fama del economista joven se expandió entre los militantes cristianos. Siendo aún estudiantes de secundaria, tuvimos un primer encuentro con él. Nos habían convocado a una charla en San Roque, a una casa donde habitaba uno de los grupos de cristianos mayores, ya universitarios, que habían decidido compartir la vida con barrios populares de Quito. Se trataba de una experiencia apoyada por Iglesia y Sociedad en América Latina. Sería el año 1969, cuando juntarse era clandestino y pensar era subversión. Nos nutríamos de Paulo Freire, la Teología de la Liberación y de la acción eclesial de Proaño.

Tras la militancia juvenil en Acción Católica y luego del año de clausura de la Universidad Central, nos abocamos a la política universitaria engrosando las aulas de la Escuela de Sociología, enmarcados en el debate por la Fe y la Política, animados por las Encíclicas Sociales que ponían la mirada en América Latina y la opción preferencial por los pobres. Allí reencontramos al Conejo como maestro, tan joven como nosotros que nos resultaba contemporáneo. Genial pedagogo con quien muchos aprendimos a pensar, razonar, deducir y concretar.

Maestro, compañero, amigo. Luego de clases le acompañábamos a cambiarle los pañales a Juan Fernando. Compartimos farras de juventud, entonando a viva voz los cantos de la Violeta Parra y Víctor Jara. Tantas jornadas de análisis y formación política tuvieron siempre al Conejo como referente. Así llegamos a un hito importante: el primer encuentro nacional de Cristianos por la Liberación, realizado en Cuenca en 1972. Ese evento fue seriamente orientado por el Conejo, Alfredo Castillo y el Alejo Moreano, marcando un momento histórico en nuestras convicciones. Tras este evento se gestó el Movimiento Revolucionario de Izquierda Cristiana que, si bien se integró con muchos estudiantes de organizaciones de base, fue asimilado como la escisión radical de un partido político de la época.

El reto universitario se plasmó en la huelga de la Escuela de Sociología posicionando nuestro planteamiento. Aliados con la Juventud Socialista se logró el golpe maestro: derrotar el poder tradicional del PCMLE en la FEUE, aunque fue el único momento. La realidad nacional se había movido con gran velocidad y dramatismo. Todavía fuimos testigos de procesos de sangre indígena en Chimborazo a los que acudíamos durante la Reforma Agraria, afirmando nuestra vocación por lo rural y permitiendo al Conejo leer la estructura de la Hacienda Tradicional Serrana, uno de sus trascendentales análisis. El surgimiento del movimiento obrero le permitió impulsar procesos organizativos y de formación sindical. Una amplia colección de materiales pedagógicos fueron herramientas para educar a los gremios laborales, de los cuales todavía conservamos algunos manuscritos.

No era nada más que la coherencia de su pensamiento trascendiendo a la gestión. Así pensó la sociedad y fomentó organizaciones como la Federación de Organizaciones Campesinas y la Central de Organizaciones Clasistas. Pensó el desarrollo y conformó organismos como la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas y la Central Ecuatoriana de Servicios Urbanos. Pensó la política social e impulsó el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores. Pensó la política de estado y gestó el Fondo de Desarrollo Rural Marginal. Precisamente en la cima de la visión histórica, la vida nos arrebató sus secretos y su luz, pero no su memoria.

Sigues siendo maestro.

Guadalupe Tobar

Mi amigo, el “Conejo” Velasco, por Gerardo Bacalini (Argentina)

Gonzalo Endara Crow

Corrían los años 72-73 y viajé al Ecuador en calidad de Responsable de las Relaciones Internacionales de APEFA (Asociación para la Promoción de las Escuelas de la Familia Agrícola), invitado por el INEDES (Instituto Ecuatoriano para el Desarrollo Social) y CESA (Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas).

A partir de esta visita, tuvimos en Argentina, más precisamente en Reconquista, Norte de la Provincia de Santa Fe, sede de APEFA, a dos becarias ecuatorianas que, creo recordar, eran Lola Casco y Clemencia Quishpe.

Pero fue en CESA donde conocí a Fernando (“el Conejo”) Velasco, junto a Fausto Jordán y Carlos Arrobo. Con ellos hicimos una gran amistad y especialmente con el Conejo, invitándome inclusive a estar en su casa y conocer a Rosa María y también a su hijito, el hoy famoso cantautor Juan Fernando Velasco.

Eran años muy especiales en Latinoamérica y el Conejo estaba muy interesado en tomar contacto con los movimientos de los 70 en Argentina. Es por ello que viajó conmigo desde Quito y pasamos juntos varios días en Buenos Aires. Tuvimos largas noches de conversaciones sobre la situación imperante y el futuro revolucionario en nuestros países.

También él, junto con otros compañeros ecuatorianos, me ayudaron a organizar en Balzar (Ecuador) un encuentro sobre “formación para el medio rural”. Mientras estábamos en ese encuentro, una tardecita el Conejo organizó una reunión con campesinos de la Costa. Nos vinieron a buscar y nos condujeron “bien cuidados”, al anochecer, entre plantaciones de bananos, a una casa montada en pilotes. Allí tuvimos una “extraordinaria y recordada” cena y reunión con dirigentes campesinos, tanto por lo que se comió y bebió, así como por el contenido de lo conversado. Volvimos a la madrugada también muy acompañados y cuidados por varios campesinos. Fue una experiencia que no he podido borrar de mi mente con el tiempo.

Como tampoco puedo olvidar otra reunión que el Conejo me organizó, en la trastienda de un bar de Guayaquil, con un alto dirigente que se llamaba Adolfo Tutivén. También entre cervezas y cervezas, debatimos largamente sobre la realidad ecuatoriana, argentina y de América Latina en general.

En todas estas actividades que mantuvimos con el Conejo, se podía destacar en él la capacidad de análisis político y el compromiso militante. Para mí fue un maravilloso aprendizaje.

Y, como era de esperar, una gran despedida de nuestros encuentros fue en un comedor de Quito con caldo de patas y cerveza. El humo del caldo les empañaba los anteojos a Fausto y al Conejo. Acalorados y felices, debatíamos y nos peleábamos. Sobre todo, soñábamos… con una sociedad más justa en cada uno de nuestros países.

Buenos Aires, Argentina
Noviembre de 2007

El pensamiento y la acción política de Fernando Velasco - Alejandro Moreano

Fernando Velasco - Marcha 1 de Mayo, Quito

Una de las características más sorprendentes del pensamiento y el estilo de Fernando Velasco es su claridad y sencillez; su transparencia. Y es que esa transparencia es expresión de otra, mucho más profunda y significativa: aquella que dice relación con la correspondencia inmediata y directa de su pensamiento con el movimiento general de la sociedad ecuatoriana.

En efecto, en el desarrollo de su pensamiento, en las condensaciones, virajes y desplazamientos del mismo, se puede leer de manera casi inmediata las vicisitudes del desarrollo político de las fuerzas sociales más avanzadas del Ecuador contemporáneo. Nadie como él para constituir un pensamiento tan extremadamente sensible a la vida. De allí que en los movimientos de su pensamiento y acción política se manifiesten de manera transparente las relaciones de fuerza de la sociedad ecuatoriana, en los terrenos social, político, ideológico.

Procedente de las filas del humanismo cristiano, una de las vertientes de pensamiento revolucionario de América latina, Fernando Velasco atravesó diferentes fases y distintas concepciones: del humanismo al materialismo, de las ideas democristianas al socialismo revolucionario, de las tesis de la CEPAL al análisis marxista de las estructuras del capitalismo dependiente, de las capas medias progresistas a la praxis revolucionaria de los trabajadores.

Por supuesto, ese periplo de Fernando Velasco no fue un mero producto de su voluntad política, honestidad personal y sed insaciable de conocimientos. Fue la expresión, mediada por esas grandes capacidades, del desarrollo objetivo de la lucha de clases. América Latina, a partir de la revolución cubana, y en menos de 20 años, atravesó y superó vertiginosamente épocas enteras del desarrollo político de la humanidad. De las mil y una noches a las corrientes de vanguardia, de la edad de piedra a la era atómica, América cantó al unísono los sones precolombinos, los cantos gregorianos, la Marsellesa y la Internacional. En el espacio de casi 30 años que vivió Fernando Velasco, América Latina unificó la revolución francesa y la bolchevique, la formación auténtica de la nación y el internacionalismo militante de la clase obrera. Desarrollo desigual y combinado, amalgama de épocas distintas, sucesivas y simultáneas a la vez; mosaico, jeroglífico y rompecabezas: el movimiento real de la sociedad latinoamericana fue un motor extremadamente rico y múltiple para el desarrollo de un pensamiento político lleno de mutaciones y virajes, pero vivo y germinal.

En la subjetividad de Fernando Velasco, ese proceso se manifestó en su descubrimiento progresivo del marxismo y la radicalización creciente de su compromiso político.

El origen y el desarrollo del pensamiento y la praxis de Fernando Velasco se sitúan, precisamente, en la fase de transición de las corrientes ideológicas revolucionarias no marxistas al período de la lenta producción del pensamiento marxista. En efecto, entre 1968 y 1973, el pensamiento de Fernando Velasco estuvo dominado por las corrientes cepalinas y la Teoría de la Dependencia en el nivel económico; las tesis radicales de la Democracia Cristiana en el terreno político; y el humanismo cristiano de la CELAM, y de la Declaración de Medellín de la Iglesia Católica en el plano ideológico.

Educado en el seno de la ideología católica, Fernando Velasco siguió la línea evolutiva de los grupos cristianos conmovidos por la crisis del viejo aparato conservador de la Iglesia, los vientos renovadores del papado de Juan XXIII, el Concilio Ecuménico Vaticano, y el surgimiento de corrientes progresistas y aún revolucionarias en el seno de la Iglesia. Junto a ellos participó en acciones sociales en el pueblo, bajo la guía de las tesis de la Pedagogía de la Liberación de Paulo Freire, y organizó el “secuestro” del párroco progresista de la iglesia Iñaquito de apellido Camarata para impedir su traslado a España. De hecho, sus primeros pasos en la comprensión política del mundo, tenía que darlo en el seno de la atmósfera ideológica en la cual se había formado.

Tal fue una de las razones fundamentales de que en la década del 70 hayan surgido nuevas fuerzas revolucionarias –que tuvieron en Fernando Velasco uno de los principales organizadores y dirigentes– sin continuidad alguna con los movimientos de los 60. Nuevas fuerzas, producto del ingreso de la clase obrera a la escena social en medio de un auge significativo del movimiento de masas, especialmente campesinas, y de un movimiento ideológico peculiar, sin conexión con el pensamiento de los Frentes de Liberación Nacional y que tuvo su origen más bien en las concepciones y en la práctica de los círculos cristianos revolucionarios y en la llamada vertiente de izquierda de la Teoría de la Dependencia.

Desde 1973-74, hasta su trágica muerte el 9 de septiembre de 1978, la vida de Fernando Velasco estuvo totalmente ligada a tres procesos fundamentales, cuya unidad fue el motor de la izquierda ecuatoriana: el fortalecimiento de la unidad y lucha de las tres grandes Centrales Sindicales nacionales, especialmente la CEDOC, el desarrollo del pensamiento marxista cuyo objeto central es la lucha de clases del actual Ecuador; y, como expresión aún débil e incompleta de un proceso de fusión también débil e incompleto de los dos procesos anteriores, la formación de un nuevo movimiento revolucionario, el MRT, y la unidad del conjunto de la Izquierda.

Su compromiso con la lucha sindical y política de los trabajadores es, sin duda, el eje central de la vida de Fernando Velasco y el motor del desarrollo de su pensamiento. En sus funciones de dirección de la CEDOC y de organización y dirección del MRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores) jugó un papel importante en la orientación de la lucha general de los trabajadores ecuatorianos.

Forjado en el compromiso militante con la lucha gremial de los trabajadores, Fernando Velasco sintió la necesidad de trabajar denodadamente por crear las condiciones para la construcción de la organización política de la lucha obrera y popular.

Esta comprensión permitió a Fernando Velasco iniciar el segundo gran viraje en su práctica y en su pensamiento. Si en 1972-73 se desplazó de la acción social de los grupos cristianos bajo una concepción demócrata cristiana a la participación en la lucha directa de los trabajadores, en 1975-76 se desplazó a la acción política revolucionaria conciente: el activista sindical devenía en militante revolucionario.

La producción intelectual de Fernando Velasco cubre una variedad de gamas: el carácter de la formación social ecuatoriana y de su historia, el problema del imperialismo y la lucha nacional, las transformaciones agrarias y el movimiento campesino, la formación de un sindicalismo clasista y revolucionario, la relación entre la vanguardia política y los sindicatos, la educación ideológica y política de las masas, problemas de la táctica y la estrategia. Es decir, los principales problemas teóricos y políticos, cuya correcta comprensión es fundamental para la organización y dirección del proceso revolucionario.

En el libro Ecuador: subdesarrollo y dependencia, en el capítulo “La estructura económica de la Real Audiencia de Quito” del libro Ecuador, pasado y presente, Fernando Velasco enfrenta el problema del carácter de la formación social ecuatoriana y de su historia. Difícil y complejo problema que ha suscitado un amplio movimiento teórico e investigativo en las décadas del sesenta y setenta y en el cual participaron múltiples intelectuales. En el momento en que dichos textos fueron escritos, predominaba en el pensamiento social latinoamericano y ecuatoriano, la corriente denominada Teoría de la Dependencia.

El análisis del problema agrario, formulado en su libro Reforma agraria y movimiento campesino indígena de la Sierra es, sin duda, el mejor aporte de Fernando Velasco al pensamiento marxista ecuatoriano y el mejor estudio político sobre el tema. Respecto a los anteriores escritos varios años antes, constituye la expresión del desarrollo del pensamiento de Fernando Velasco en correspondencia con el desarrollo de la lucha social.

Otros estudios sobre las transformaciones agrarias de las dos últimas décadas, especialmente los de Andrés Guerrero, han demostrado con rigor científico el carácter general del proceso y las principales determinaciones económicas del mismo. Pero el libro de Fernando Velasco eleva esos análisis al plano político, los desarrolla en la comprensión de la lucha de clases gestada en el curso de la llamada reforma agraria, y descubre lo que es consubstancial al pensamiento leninista: la estrategia y la táctica de las diversas clases y sus representantes políticos.

Fernando Velasco murió, a los 29 años, cuando se encontraba en plena actividad teórica y práctica para enfrentar y resolver esos problemas planteados por la vida. Pero dejó señalados los lineamientos básicos: lucha independiente, progresiva hegemonía del proletariado y semiproletariado rurales, amplio frente que articule la lucha por la democracia, la tierra, el poder y el socialismo.

En diferentes artículos y textos, en sus libros sobre la economía ecuatoriana, en una conferencia suya publicada con el título “La dependencia, el imperialismo y las empresas transnacionales”, Fernando Velasco plantea con toda seriedad y en toda su profundidad el problema nacional del Ecuador como país dependiente dominado por el imperialismo. Le interesa particularmente analizar las nuevas características de esa dominación: el control directo de los procesos productivos fundamentales por el gran capital financiero internacional, el desplazamiento de las inversiones del sector primario-exportador a la producción industrial. Esa reorientación tiene una importancia política fundamental, pues implica que el imperialismo ha dejado de estructurar una alianza con las fuerzas precapitalistas, para entrabar el desarrollo del capitalismo en las formaciones sociales dependientes deviniendo, por el contrario, uno de los motores del peculiar desarrollo del mismo.

En esas condiciones, la lucha por la soberanía nacional adquiere un sentido y perspectiva distintos. El imperialismo no constituye una estructura de opresión externa, sino un proceso permanentemente internalizado en todos los órdenes de la vida de nuestros países. La llamada “burguesía nacional” no tiene pues, una base material de existencia, menos aún de desarrollo. La lucha antiimperialista no tiene otros protagonistas que el proletariado, el campesinado, los sectores semiproletarios y las capas medias progresistas; y, se encuentra objetivamente ligado a la lucha contra la opresión del capital. Por otra parte, Fernando Velasco analiza las nuevas formas orgánicas y jurídicas asumidas por el capitalismo mundial: la empresa transnacional.

Es decir, para Velasco, la organización revolucionaria es un complejo y múltiple proceso histórico, reivindicativo, político, ideológico, teórico, cuyo eje vertebrador es la existencia y la praxis material de los trabajadores. Sin duda, el problema es mucho más complejo de lo que hemos señalado y Fernando Velasco alcanzó a escribir y reflexionar. Empero, sus tesis mantienen gran validez en los momentos actuales.

Y, precisamente porque Fernando Velasco concibió a la dirección revolucionaria como un complejo proceso histórico, no redujo jamás su dimensión a las estructuras orgánicas formales de las actuales agrupaciones de la Izquierda. Más aún, consideraba que esa dirección revolucionaria es aún una empresa futura a estructurarse en los momentos de crisis revolucionaria y que en la actualidad asume la dialéctica viva de la unidad contradictoria del conjunto de la Izquierda ecuatoriana. De allí, su participación decidida en esa unidad, en el seno de la cual la crítica y la autocrítica constituyen, según él, los elementos fundamentales de su desarrollo interno.

La ideología tecnocrática como atmósfera valorativa de la producción teórica, prácticamente domina el escenario de las ciencias sociales. Frente a esta situación, el ejemplo de Fernando Velasco es altamente significativo. Dotado de una formación intelectual más bien burguesa y tecnocrática, objeto de tentaciones por los dueños del poder, Fernando Velasco supo avanzar y establecer claramente su compromiso, abierto, público, directo y práctico con los trabajadores y la acción revolucionaria. Más aún, para Fernando Velasco, el único criterio de verdad fue la eficacia política, la capacidad del pensamiento para elevarse a la formulación de una estrategia y una táctica de lucha por el poder revolucionario.

En medio de las luchas más limitadas y estrechas, de las fases de reflujo del movimiento obrero y popular, Fernando Velasco supo insistir en la necesidad de la concentración teórica y política, del fortalecimiento de la unidad ideológica, de la independencia política histórica, de la tenaz conservación de los objetivos estratégicos, del sueño revolucionario.

Fernando Velasco fue un ejemplo de intelectual revolucionario.

* Tomado y adaptado del Prólogo del libro de Fernando Velasco: Ecuador: subdesarrollo y dependencia, 15 de febrero de 1981.

Mi experiencia compartida con el Conejo en Riobamba... por Calos Jara

Monseñor Leonidas Proaño
En buena medida, lo que soy hoy tiene mucho que ver con mi experiencia compartida con el Conejo en Riobamba, junto a Leonidas Proaño. Nos metimos juntos a trabajar en Zimiatug y compartimos muchos eventos de capacitación a organizaciones campesinas.

Estábamos con Enrique Ayala en Inglaterra cuando perdimos al Conejo. Me sumo a un recuerdo, que más que ello, un valor histórico para este país en transformación. Su visión y sueño por un Ecuador emancipado sigue vigente.

 

Carlos Jara
Director en Desarrollo Rural para America Latina del IICA
Costa Rica