Fernando Velasco, por Pepe Laso






Diario Hoy, Quito, 4 noviembre de 2007
Incluido en el libro: Pepe Laso Rivadeneira, Tiempos y palabras, Universidad Andina Simón Bolívar-Sede Ecuador, Corporación Editora Nacional, Quito, agosto 2018.


La tierra está húmeda por la lluvia , Vamos reconociéndonos los amigos, que venimos de diferentes lugares, diferentes tiempos, llamados por la memoria.

Junto al edificio de FLACSO, el Municipio de Quito ha decidido nombrar a un pequeño parque, con el nombre de Fernando Velasco, uno de los más importantes cientistas sociales, que nos dejó libros fundamentales como su tesis Ecuador: Subdesarrollo y dependencia o su trabajo sobre Reforma Agraria y Movimiento Campesino Indígena de la Sierra, entre otros escritos. Fernando murió una madrugada, en un accidente de tránsito, a los 29 años, en la plenitud de su vida.

El Director de FLACSO Adrián Bonilla hizo una síntesis del pensamiento de Fernando Velasco y al finalizar su discurso se le quebró la voz.

Algo, entonces me atravesó y quizá porque vi a su hijo, Juan Fernando Velasco, el cantautor, tan parecido a su padre, la memoria me trajo, como suele acontecer, esa impresión, de que eso alguna vez ya lo había vivido.

Recordé algunas cosas sencillas que vivimos, los años que trabajamos juntos. Ibamos ya por el segundo día, y los campesinos de Pusir Bajo en el Valle de El Chota, no asistían al pequeño curso de contabilidad que dictábamos. Nuestras mujeres nos habían fabricado unos pequeños costalitos de tela y unos billetes de esos que venían con unos caramelos baratos, que eran nuestro material pedagógico. Cuando preguntamos por qué no llegaban al curso, nos dijeron que no venían porque nosotros estábamos alojados en la casa de la voladora. Cuando mencionaron la palabra escoba, comprendimos que la dueña de la casa era la bruja y era la prestamista. Nos mudamos y comenzaron a llegar. Cada dos horas la pequeña aula de la escuela se llenaba de asistentes diferentes. Fernando entonces les dijo que si se cambiaban tanto no iban a aprender nada. Lo que pasa, compañero, es que cada vez que entramos, ustedes nos dan un cuaderno y un lápiz y nosotros los juntamos para los niños que van a la escuela.

Jorge Sanjinés, el gran cineasta boliviano, nos había traído sus películas y creo que ya había filmado aquí: “Llucshi caimanta” sobre la expulsión del Instituto Lingüístico de Verano. Fuimos con Fernando a Tena, a dictar un curso a las organizaciones campesinas y llevamos la película. El traqueteo de nuestro jeep Nissan destrozó el foco del proyector. Tienen uno, nos dijeron, en la Misión Evangélica. Hablamos con un pastor norteamericano que, por nuestros pelos largos, sospechó que la película era cuestión de El Maligno. Le convencimos de que él mismo nos acompañara. Aceptó, con la condición de que después de nuestra película, él pasaría una sobre la Pasión de Nuestro Señor. Durante la proyección los ojos del pastor parecían ascuas ardientes. Dijo que él dirigiría el foro con los campesinos quichuas. Tuvimos que salir afuera con Fernando a reírnos desaforadamente cuando el pastor, en su media lengua, comparaba la escena del baño de los comuneros al pastor gringo en la película de Sanginés, con la traición de Judas, al Jesús anglosajón, rubio e imperial.

“A las aladas almas de las rosas
de almendro de nata te requiero
que tenemos que hablar de tantas cosas
compañero del alma, compañero”.

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