Recordando a Fernando Velasco Abad, el Conejo - Manuel Chiriboga Vega

 
Hoy nos reunimos a recordar a un amigo, a un compañero, a un colega, a un referente para nuestra generación, que fallecido hace ya casi 33 años, no queremos dejar morir; por el contrario, queremos a partir de este acto de develización de su escultura, pasar el testigo de su memoria a las nuevas generaciones.  


Quiero recordar una frase de Javier Cercas en su novela Soldados de Salamina: “Se acuerda (el viejo y antiguo combatiente de la Guerra Civil española) porque, aunque hace sesenta años que fallecieron (sus compañeros de combate), todavía no están muertos, precisamente porque él se acuerda de ellos.” Y no queremos que Fernando se muera con nosotros, queremos que él siga viviendo, porque a partir de esta representación de él, de los documentales que estamos empeñados en producir, de los libros que pronto serán re-editados y de los eventos académicos que sobre su pensamiento se desarrollen, nuevas generaciones mantengan su memoria, de lo que el hizo y quiso hacer, hace mas de tres décadas. Con ello seguirá viviendo.
Y qué mejor que develizar su escultura en este lugar, en un parque en FLACSO que lleva su nombre y donde jóvenes como él deambulen y se sienten cerca de ella o simplemente contemplen esta figura de alguien tan joven como ellos. Y quizás se pregunten quién era ese joven que tiene una escultura en FLACSO a pesar de su corta edad.
Su vida se apagó un 9 de septiembre de 1978, cuando apenas tenía 29 años en una curva de la carretera hacia Santo Domingo de los Tsáchilas, en un accidente sin más explicación que su compromiso social y político, sin sopesar los límites de nuestra propia resistencia física. No era un viaje cualquiera aquel en que el murió, ni se dirigía a una reunión de las muchas que hacíamos entonces. Viajaba junto con varios dirigentes de la FENOC, hoy FENOCIN, Mesías Tatamuez entre ellos, a una discusión en que debía resolverse el peso que el movimiento campesino tendría en la organización política que nos cobijaba. Había posiciones políticas contrastadas sobre lo que debíamos entender como una alianza obrero campesina y ello se reflejaba en la pequeña cúpula de la organización política que habíamos establecido, el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores, MRT. Discutíamos con pasión y compromiso esas posiciones en largas veladas en que el humo del cigarrillo nublaba la vista, pero en que las horas no alcanzaban, para lograr claridad sobre ese asunto de gran importancia coyuntural en el momento.
Así que muchas veces he intentado reconstruir lo que pudo ser ese viaje a Santo Domingo. Me imagino su notable inteligencia dedicada a escudriñar en forma sistemática el contenido de cada posición y buscar una síntesis, que fuese superior a cada una de ellas, mientras manejaba el destartalado jeep en que viajaban. El resolver esa disyuntiva era fundamental para el futuro del MRT y así lo pensaba él y lo pensábamos nosotros. Fernando era de aquellos que no dejaba idea sin explorar, que no descansaba hasta intentar entender al otro, de analizar diversos escenarios para resolver disyuntivas que enfrentábamos, pero sobre todo tenía una notable capacidad de sugerir salidas, que luego cada uno pensaba que era, en ese momento, la mejor. Nunca sabremos como él nos iba a sacar de esa crisis pasajera; de hecho, sin él, esa crisis, creo yo, no encontró salida.
En el viaje Fernando manejaba un vehículo acompañado de dirigentes campesinos a una reunión en que se reunirían delegados de las diversas organizaciones regionales que entonces componían la FENOC, hoy FENOCIN. Me imagino, que en el recorrido quizás rememoraba lo que había sido su trabajo sindical y organizativo, los grandes debates y su lucha por cambiar la dirección de esa organización. Esa organización nacional campesina había sido revitalizada, re-direccionada políticamente, insertada en el movimiento sindical y campesino de izquierdas en buena parte gracias al accionar político de Fernando y quienes le acompañábamos, incluyendo esos dirigentes que viajaban con él. De hecho, su activismo social se construyó en esa organización y en las luchas por asegurar su adscripción a las líneas de izquierda revolucionaria, rompiendo con su matriz demócrata cristiana. Su dedicación a la organización social era una de las pulsiones vitales de Fernando, por lo que no había reunión, curso, taller al que no viajaba o nos enviaba. Así que ese viaje, realizado en una madrugada, para resolver temas centrales de la organización campesina, era continuidad de su compromiso con la organización sindical y campesina, que había comenzado desde edad muy temprana.
O tal vez en ese último viaje iba recorriendo sus escritos sobre campesinado y movimiento campesino. Los dilemas para entonces eran dos: ¿que segmento del campesinado debía constituirse en la base del cambio buscado? ¿Era aquel que habiendo accedido a la tierra, demandaba servicios del Estado, con quien ese Estado había constituido una alianza, para abastecer de alimentos a la ciudad y al proceso de desarrollo? o, ¿era el campesinado pobre, quedado al margen de los procesos redistributivos, en su mayor parte indígena, en el que debían cifrarse la base de una transformación social? Era el movimiento campesino o el movimiento indígena, eran las demandas socio-económicas que debían predominar en el ideario del movimiento social o eran las étnico-culturales, que debía sustentar ese proceso de cambio. Era una discusión académica que tenía en sus vértices, implicaciones políticas que seguramente se discutirían en la reunión a la que acudía y que por lo tanto, seguramente pudo repasar en ese viaje por las sucesivas curvas hacia Santo Domingo, ese día 8 de septiembre del 1978. Nunca sabremos, pero sus escritos en que buscó responder a esas interrogaciones a la realidad agraria de esa época, en constante discusión con Marx, Kautsky, Lenin, Wolf, Shanin para recordar algunos, habría de contribuir al establecimiento de las modernas ciencias sociales ecuatorianas y muy especialmente a su núcleo fundacional, los estudios agrarios.
Pero Fernando escribía bien. Cabe recordar la respuesta que dio al director del Colegio Benalcázar, que dudaba que un niño todavía, estuviera preparado para iniciar la exigente educación secundaria de su plantel. Al preguntarle qué era la literatura, contestó, recordando a su madre maestra, es la forma escrita de la belleza. Sus escritos eran exigentes no solo en el fondo, sino en la forma. Obviamente fue admitido en forma inmediata.
No fueron estos sus únicos escritos, de hecho sus primeros, se escribieron en las aulas universitarias. De esa época surgen textos como su tesis de economista, "Ecuador: subdesarrollo y dependencia", que se constituyó en un referente temprano para el pensamiento crítico ecuatoriano y para la formación de generaciones de economistas y sociólogos. En ella, recorrió en forma crítica la teoría de la dependencia y evaluó sobre esa base lo que había sido nuestra propia experiencia de desarrollo como sociedad y país. Su preocupación central en este texto fueron los caminos del subdesarrollo y la dependencia, pero también los avatares de nuestra formación como nación. En ella, como bien lo ha destacado Enrique Ayala, hay una revalorización de figuras como García Moreno y claro está, Eloy Alfaro, como constructores de la nación.
Este texto ya clásico de la ciencia social ecuatoriana acompañó en buena parte su actividad docente, tanto en la Facultad de economía de la PUCE como en la escuela de sociología de la UC. A pesar de su juventud, Fernando, el Conejo, era profesor distinguido, pero también un motivador de la curiosidad de los estudiantes sobre nuestra sociedad. Sus alumnos, muchos de ellos, apenas unos años menores, lo recuerdan como persona que jugó un papel fundamental en su formación. Así que espero que esta escultura que hoy develizamos también recuerde a los profesores que su papel fundamental es el de despertar la curiosidad académica en los estudiantes, el trabajo sistemático y riguroso, la atención al estado de las ciencias en cada momento, el enseñar a pensar por sí mismo.
O tal vez el viaje esa noche y madrugada fue aprovechado por Fernando para repasar las organizaciones que había contribuido a establecer. El CIESE, el CAAP fueron pensadas y establecidas como aquellas que permitirían realizar los estudios académicos rigurosos o las acciones de promoción social y apoyo a las organizaciones populares, tanto rurales, como urbanas. De hecho el CIESE que durante un tiempo dirigí, se constituyó en el espacio donde los nuevos estudios agrarios encontraron uno de sus derroteros principales en ese período fundacional. El CAAP, hasta hoy organización no gubernamental importante, dirigida por el compañero desde entonces, Paco Rohn, ha sido lugar de innovación en el trabajo social e impulsora constante de nuevas inquietudes y debates, como lo atestigua, su revista Ecuador Debate. Pero ellas no fueron las únicas organizaciones que él ayudó a formar; otras también le deben su capacidad de creación de instituciones y de derroteros para el país. Su mano estuvo atrás del establecimiento de FODERUMA en el Banco Central del Ecuador, pionera en los programas de desarrollo rural, política que a pesar de sus altibajos, perdura hasta la actualidad.
No sé cómo sería ese viaje, si todos dormitaban y Fernando decurría en sus pensamientos o, por el contrario, pasaron alguna hora cantando o contando anécdotas de diferente tipo. El Conejo era una persona alegre, de ojos vivaces, capaz de tararear no solo las canciones de la época, como las de Atahualpa Yupanqui o México Febrero 23, pero también otras más alegres y movidas. No puedo pensar que ese viaje fuese uno triste, Fernando no lo era. Su vivacidad no era solo de inteligencia y compromiso, era también de celebración y alegría. Recuerdo tantas anécdotas sobre tenidas largas en que la discusión seria dio paso al jolgorio, al canto, al baile, a celebrar nuestra juventud, o cuando una sesión de capacitación y concientización, como lo llamábamos entonces, daba paso a un partido de fútbol, en que El Conejo era temible delantero. Así que esta escultura la veo también como testimonio y celebración de la alegría vital de la juventud.
Todos esos debates, vivencias, sueños, compromisos llegaron a un abrupto fin ese 9 de septiembre de 1978 en que murió, cuando el cansancio venció y el jeep derrapó en una curva de las muchas que tiene esa carretera. Recuerdo como si fuese hoy, la forma como la noticia me llegó y seguramente eso le pasa a cada uno de nosotros, como buscamos arroparnos entre nosotros para pensar lo que había ocurrido, como llegamos poco a poco a la casa de sus padres y hermana, donde doña Blanca Margarita Abad Grijalva y Don Ermel Velasco Mogollón y su hermana Maty, como más tarde, llegando desde diversas partes confluimos al cementerio a dejar su cuerpo físico, los abrazos y lágrimas de ese día. Ese descampado amplio de un cementerio entonces, apenas ocupado, es tal vez el símil que he retenido de ese día en que enterramos a El Conejo, desolación y desamparo.
Pero muchas veces pienso que el papel más importante que jugó Fernando, El Conejo, fue el de darnos derrotero como generación y que mucho de lo que hemos sido desde entonces, difícilmente puede explicarse por fuera de esa intensa vivencia que tuvimos con él a mediados de la década de los 70. Todos éramos jóvenes, entre 20 y 30 años, algunos recientemente salidos de las aulas universitaria en el país o fuera, casados muchos y con hijos pequeños, Juan Fernando Velasco entre ellos, lectores empedernidos de libros en que se turnaban Marx, Mariátegui o Franz Fanon, pero también Cortázar y García Márquez, éramos sobre todo jóvenes de gran curiosidad, dedicados a analizar, reflexionar y escribir a partir de nuestras propias observaciones de lo que acontecía en nuestra sociedad. Éramos sobre todo inconformes hasta con nuestra propia inconformidad, poníamos nuestros sueños por delante y buscábamos renovar todo.
Encarnábamos el espíritu de la época, recordemos los setenta como una década de búsqueda para quienes militábamos en la izquierda. Fueron años de golpes militares violentos y represivos en buena parte de América del Sur, de desarticulación y derrota de los movimientos de izquierda que habían surgido en los 50 y 60, de constitución de un nuevo espíritu latinoamericanista a partir de las diásporas de izquierda y el exilio; pero también fue época de insurgencia contra los gobiernos oligárquicos en Centro América; fue época también de un nuevo pensamiento latinoamericano, que oscilaba entre dos polos, superar la teoría de la dependencia a partir de una aplicación del marxismo a la realidad de América Latina; y la paulatina revalorización de la democracia, cuyo contenido y dirección se disputaba; pero también era época de un gran boom cultural, en la literatura, en la música y en la pintura. De todo ello éramos portadores, nuestro bagaje estaba lleno de sueños y creatividad.
Fernando era, sin embargo, el mejor de todos nosotros, era quien permitía que todo ese compromiso, todo ese bagaje, confluyeran en una dirección determinada, pues a pesar de lo que teníamos en común, proveníamos de muy diferentes prácticas, sea desde las diversas vertientes ideológicas que entonces subdividía a la izquierda, sea desde el punto de vista de la misma práctica, unos más dedicados a los libros, otros más al activismo, otros más bien surgidos del mismo movimiento social. Ese rol de aglutinador es algo que siempre recuerdo en él y tal vez fue su rasgo más significativo. Fue justamente eso, que con su muerte, perdimos.
Así que este día que pasamos la posta de su memoria a nuevas generaciones de jóvenes académicos, estudiantes, activistas sociales, por medio de una escultura que da cuerpo al mejor de nuestra generación, lo hacemos no solo para que El Conejo no muera, sino para que anime a nuevas generaciones a sus propias búsquedas y a sus propias inconformidades, incluso con la inconformidad dominante.
Gracias.
Quito, 30 mayo 2012  


Para saber más:

Un pensador en el espacio público, Municipio de Quito, 31 mayo 2012
Parque Cultural Fernando Velasco en FLACSO, Quito

Escultura de Fernando Velasco Abad en la FLACSO





La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede Ecuador
tiene el agrado de invitar a usted a la

Develización de la escultura en homenaje
al extraordinario intelectual y luchador social ecuatoriano

Fernando Velasco Abad


Miércoles, 30 de mayo de 2012, 12h00
FLACSO Ecuador
Calle La Pradera E7-174 y Av. Diego de Almagro, Quito


  » Un pensador en el espacio público, Municipio de Quito, 30 mayo 2012