Fragmentos de un obituario prestado

Rosa María Torres

Carecía de ambición individual, mientras que desbordaba ambición colectiva.
Le importaba más la influencia que el poder.
Ejercía como un asesor del conocimiento y el sentido común.
Tenía una sabiduría eterna.
El hombre que nos hizo mejores.

Mientras leía el obituario de Alejandro Bolaños Correa, periodista del diario El País, fallecido hoy a los 47 años en Madrid en batalla con un cáncer de páncreas, pensaba en el Conejo. Poseedor de esas mismas cualidades y de esa sabiduría eterna, murió en Quito a los 29, no de cáncer sino de un estúpido accidente automovilístico. Manejaba de noche, agotado, llevando compañeros trabajadores a una reunión en la Costa, y se quedó dormido.

Le decíamos Conejo; se llamaba Fernando. Me habría gustado escribirle un obituario y decir de él cosas bellas, precisas y verdaderas, como éstas. Y tantas otras que podría haber dicho de él. Pero no lo hice. Pasaron casi 40 años.

Tomo prestados estos fragmentos, que describen en otra persona algunas de esas cualidades extraordinarias que tenía el Conejo como ser humano, como intelectual y como dirigente político y social. Con todo respeto por Alejando, a quien no conocí, y por su mujer, Tereixa Constenla, también periodista de El País, quien escribió el obituario.  

Tengo pendiente - escondido, en borrador, en este blog - un texto sobre el amor a primera vista, un regalo de la vida que el Conejo y yo tuvimos el privilegio de compartir cuando yo tenía 18 años y él 20.

Quito, 31 de agosto de 2018

No hay comentarios: