Cuarenta años sin el Conejo Velasco



Por Decio Machado

Hace pocos días recibí la invitación de Rosa María Torres para elaborar este texto. Por un lado un honor, pero por otro un reto complejo para una persona que pese a su compromiso social no ha nacido en Ecuador, que apenas llegó a este país al arranque de su última etapa política, que no conoció al personaje homenajeado y que tiene muchos reparos respecto a la evolución político-intelectual realizada por la mayoría de los pensadores y líderes políticos de la izquierda nacional que provienen de los años setenta…

Bueno, pese a ello y siguiendo aquella máxima de André Guide que decía que “el hombre no puede descubrir nuevos océanos a menos que tenga el coraje de perder de vista la costa”, decidí embarcarme con humildad en estas líneas, buscando hacer mi aporte a la memoria de un intelectual militante desaparecido cuarenta años atrás y con el que -sin dudas- hubiera sido un goce haber podido compartir debates y experiencias.

Apurado por los tiempos, decidí releer las tres obras que son el legado intelectual del Conejo Velasco y que personalmente había descubierto con retraso, apenas durante esta última década: “Reforma Agraria y Movimiento Campesino Indígena”, “Ecuador: subdesarrollo y dependencia”, y “El Imperialismo y las empresas transnacionales”.

Tras dicha relectura una primera reflexión. Sorprende el despiste ideológico actual de la izquierda ecuatoriana y sus tantos equívocos durante la historia reciente, pese a disponer de reflexiones tan ricas y premonitorias como las que fueron legadas por Fernando Velasco en la segunda mitad de la década de 1970.

En sus textos ya estaban reflexiones fundamentales respecto a la debilidad de las burguesías nacionales y de como éstas interactúan entre ellas y con el resto de su entorno, las lógicas de penetración del capitalismo moderno en la agricultura y la relación entre masa de capital invertida en medios de producción y la invertida en fuerza de trabajo, las primeras fases del proceso de modernización puesto en marcha en el sector rural con la correspondiente estructuración social del campesinado de la época, así como el rol de las clases dominantes en la construcción de un país subdesarrollado dependiente del capital global.

En segundo lugar, destaca como el autor visualiza la fuerte capacidad de resistencia social y resiliencia sociológica del mundo indígena respecto al desarrollo capitalista en el sector del agro, siendo muy crítico respecto a la subordinación que las izquierdas más clásicas y convencionales le habían dado a las luchas del campesinado en el ámbito de la conquista de la emancipación social por parte del conjunto de los abajo. Entre líneas aparecen algunos de los elementos que posteriormente harán posible el levantamiento de 1990 y la conformación de un movimiento indígena que durante años se mantuvo poderoso y con gran influencia entre los sectores populares del Ecuador.

Un tercer punto que llama la atención es que pese a la fuerte influencia del estructuralismo cepalino sobre el autor, Velasco iba más allá de las causales subdesarrollistas enfocadas estrictamente en el deterioro de los términos de intercambio, abriendo vías alternativas para el debate en el ámbito de los factores de producción y mercados. En los textos del Conejo Velasco ya había embrionarios apuntes de lo que luego sería el neoestructuralismo, es decir, se abrían espacios de diálogo con otras tradiciones de pensamiento que reconocen las limitaciones del paradigma dominante pero también con las que se oponen al monismo metodológico.

Los tres puntos anteriores hacen de Fernando Velasco un pensador de vanguardia dentro de las vanguardias de la época. Sus aportes desde la teoría marxista al mundo del agro son fundamentales ya no solo para comprender su época sino episodios posteriores de la historia ecuatoriana.

Pero desde mi punto de vista, la virtud fundamental del Conejo Velasco es que más allá de su elaboración teórica -cercenada tempranamente por su desaparición antes de cumplir los treinta años- está su compromiso activo con las luchas sociales de la época. Esto es un componente fundamental de su figura, pues al mismo tiempo que le permitía discutir frente a sus mejores contradictores tenía la virtud de poder consensuar acciones con sus compañeros de barricada.

Velasco era parte de ese pensamiento crítico latinoamericano que durante aquella época gozó de gran riqueza intelectual y teórica. En paralelo y como todos los buenos pensadores, Velasco fue difícilmente encastillable manteniendo posiciones ideológicas coherentes pero en movimiento. Condición a la que llega todo ser consciente que el reposo absoluto no deja de ser una aproximación a la muerte.

Es desde ahí que el Conejo Velasco desarrolló teoría y práctica, militando en aquella izquierda revolucionaria post mayo de 1968 que permitió superar los desgastados clichés de partidos y organizaciones marxistas de corte clásico. Así aparece el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT) rompiendo con el estalinismo reformista de la guerra fría, de igual manera que establece su compromiso con la organización clasista y revolucionaria de los trabajadores en el ámbito sindical. Fernando Velasco, en términos gramscianos, representaba lo nuevo que en aquel entonces intentaba nacer frente a lo viejo que no terminaba de morir.

Esto le situó, junto a otros pensadores como Agustín Cueva o Bolívar Echeverría, históricamente muy lejos de lo que posteriormente se convirtió en el establishment académico de propagandistas de regímenes progresistas, aquellos apólogos del pensamiento perezoso a los que el zapatista subcomandante Galeano definiría no hace mucho tiempo como expresión de la “histeria ilustrada de la izquierda institucional”

Con convicción Velasco peleó por las causas de la época, las cuales aún continúan formando parte de las causas de ahora: transformar las condiciones de desigualdad e injusticia social en Ecuador para construir una sociedad libre, justa y digna para todos. Todo ello en un país donde los apellidos de los grandes latifundistas, banqueros y élites comerciales no han cambiando tanto desde entonces hasta ahora.

Quito, 9 de septiembre de 2018

No hay comentarios: