Rafico, ¿te calzaron los datos?


por Rafael Granja

Cuando con el Conejo recorríamos prácticamente toda la Sierra ecuatoriana en busca de comunidades campesinas que necesitaban créditos, capacitación o apoyo técnico para sus proyectos por parte de dos instituciones creadas con este propósito, el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio y la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA). La Central Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas (CEDOC) era la fuerza política que estaba detrás de todo esto.

El Conejo y un buen grupo de personas se habían trazado la necesidad de darle un vuelco a esta organización que era más bien muy afin al ala conservadora de la Iglesia Católica y por ende al status quo de la sociedad de entonces.

Al Conejo la encantaba conducir los vehículos e ir en compañía de los dirigentes obreros o campesinos de ese entonces como Emilio Velasco, Mesías Tatamuez, Froilán Azanza, de los que recuerdo.

De la manera más divertida se conversaba de política, de la teoría de la dependencia, de la importancia de tener una guía para la recolección de los datos en la investigación y qué mejor que los cuadernos de educación popular de Marta Harnecker. Lo más importante: las relaciones técnicas y sociales de producción, la estructura y la superestructura, y eso.

Pero también le encantaba entonar los comerciales de la época mientras tamborileaba sobre el volante con sus dedos índices. Tenía dos favoritos: “Manteca Porky, sabor a chancho, manteca de chancho…” y “Este es su banco banco, es el Banco del Pacífico, más moderno y eficaz” que lo parodiaba así: "CESA es un banco banco, es el banco campesino, más moderno y eficaz”.

Luego de las visitas había que hacer los informes y el Conejo siempre nos preguntaba: “¿Qué fue? ¿Ya les calzaron los datos?".

Otra canción que le encantaba era una que decía: “Ese niño que se llama Absalón no fuma ni bebe ni juega al balón, Absalón Absalón, ese niño será marinero”, refiriéndose a Absalón Rocha, militante de la Democracia Cristiana.

Con el tiempo el proyecto más significativo fue la Asociación de Arroceros del Litoral (ACAL), que creció muy significativamente. Cuando estuvo en su mejor momento un dirigente llamado Adolfo Tutiven se alzó con todo el dinero y se fue con la secretaria. Y el Conejo me dice: “Rafico, ¿te calzaron los datos?".

Quito, 6 septiembre 2018

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