40 años después, el Conejo vive


Por Mesías Tatamuez Moreno*

A Fernando Velasco Abad le conocí en la década de los 70 dentro de un proceso de capacitación, tanto en el campo como en la ciudad, en la Fenoc, hoy Fenocin, y en la Cedoc, hoy Cedocut. Se hacía un trabajo de capacitación para formar nuevos dirigentes y lideresas. Era una necesidad porque estas organizaciones eran controladas por la Unión Demócrata Cristina Internacional que aquí se manejó como Democracia Popular (DP).

Estas organizaciones conservadoras tenían a la Cedoc, por ejemplo, como Central Ecuatoriana de Organizaciones Cristianas. Como fruto de ese proceso, la Cedoc pasó a llamarse Central Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas, ya no cristianas. Y lo mismo de Federación Nacional de Organizaciones Campesinas (FENOC) a Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (FENOCIN), como es ahora.

Toda esta evolución se dio sobre la base de una capacitación de un grupo de intelectuales a trabajadores, campesinos, indígenas, negros. La participación del Conejo fue decisiva y aportó muchísimo, por ejemplo, en el Congreso de la Fenoc, que se realizó en el Coliseo Julio C. Hidalgo en Quito, organización de la que llegué a ser Secretario General, con honradez y humildad.

Estos cambios se lograron en procesos y fue posible porque hubo apoyos y aportes, como los casos de la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA), que era parte de la FENOC, y del Fondo de Desarrollo Rural Marginal (FODERUMA), creado por el Banco Central, al que con afecto le decíamos FodeRuna. En la capacitación tuvimos el apoyo de la pastoral cristiana de varias iglesias, encabezada por el padre Leonidas Proaño y otros sacerdotes como Hernán Rodas en la provincia de El Oro, y otros en varias partes como Cañar, Chimborazo, etc.

También trabajamos con el Conejo con varias ONG nacionales e internacionales progresistas. Fue una vigorosa minga de fortalecimiento y de pensamientos ideológicos y una de las bases fundamentales para el cambio que se vivió.

Con el Conejo avanzamos en la capacitación y se creó el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT). Fue un espacio para generar un proceso de unidad de la izquierda, pero eso no fue entendido por mucha gente de izquierda y también de intelectuales “librepensadores” de ese tiempo. Y se fueron torciendo y criticando, diciendo que el Conejo era socialdemócrata, cuando el Conejo demostró, para quienes le conocimos, ser un hombre de izquierda que estaba por encima de muchos porque él sí practicaba lo que decía. Trabajaba en la Universidad Católica y en la Universidad Central, y después en la CEDOCUT, FENOCIN y FODERUMA del Banco Central.

Los aportes del Conejo no fueron solo un esfuerzo personal, sino de un equipo de intelectuales, estudiantes, profesionales y trabajadores de distintas ramas. Los que se torcieron, o nacieron ya torcidos, fueron saliendo. Los que criticaban se quedaron, hasta ahora, siempre al servicio de los gobiernos de turno. Los he visto y los conozco muy bien: unos evolucionaron y otros se quedaron.

Cuando digo que unos se torcieron y él avanzó quiero decir que el Conejo mantuvo su compromiso con la gente hasta el día de su muerte. Él y otros compañeros, el 9 de septiembre de 1978, íbamos a reunirnos en Babahoyo. Y así es la vida, no nos dejó llegar. En el camino a Santo Domingo nos accidentamos en el vehículo. Fuimos al hospital público de esa ciudad. El Conejo llegó con vida, pero por irresponsabilidad y falta de atención inmediata falleció. Todos los que viajábamos quedamos seriamente heridos y maltratados.

Recibimos la solidaridad de muchos sectores después de su muerte. Nunca esperé, por ejemplo, el apoyo que recibimos del gerente del Banco Central, Rodrigo Espinosa Bermeo, y demás trabajadores de dicha institución. Lo otro fue la solidaridad internacional. Pero los que más sintieron la pérdida del Conejo fueron los trabajadores, los campesinos, los obreros. Él era muy hábil para hacer eventos y le gustaba participar en ellos. Él se hacía querer en todo lado.

El Conejo tuvo una conciencia muy comprometida con los indígenas. Con él, Margarita, Paco Ron y otros creamos, entre otras, la Unorcarc en Cotacachi; con el pensamiento de él creamos la Comisión de Derechos Humanos (CEDHU), de Elsie Monge, que es de los trabajadores; la Fetravall de los negros del Valle del Chota, que encabezaba don Sixto Chalá, y la juventud de ese sector. Don Sixto estuvo en el accidente fatal.

Y esa fue la pérdida más grande para mí y creo para el pueblo ecuatoriano, porque él era un intelectual destacado. Él publicó, por ejemplo, un libro sobre reforma agraria, que era su tesis de grado: “Reforma agraria y movimiento campesino indígena de la Sierra”. Esta obra no gustó a muchos. Recuerdo que criticaban pero no aportaban; uno de ellos llegó a ser Presidente de la República por accidente. Eran los más críticos en ese tiempo.

Pero hubo también intelectuales que apoyaron mucho el trabajo realizado, como el economista Fausto Jordán de CESA, Paco Ron, Diego Cornejo, Elsie Monge, Dennis García, Manuel Chiriboga (+), Carlos Orbe, Pepe Laso, Lourdes Peralbo, Hernán Ibarra, Marco Romero, Dalia Martínez, Ernesto López (+), Cecilia Viteri, Manuelita Ponce, Hernán Rodas, compañeros y compañeras, además de muchos estudiantes de ambas universidades. Fue un trabajo hecho en el campo. El Conejo fue al Carchi, estuvo en mi casa. Estuvimos en Loja, en Columbe-Chimborazo, en Cañar.

Para nosotros, el Conejo vive. No estamos ahora por los 40 años de su muerte recordando su figura. Nosotros, como CEDOCUT, tenemos la “Escuela de Capacitación Fernando Velasco”, donde invitamos a ciudadanos e intelectuales a brindar sus aportes y conferencias. Tenemos el Periódico El Conejo y hemos hecho folletos y publicaciones con su nombre. Para nosotros no está presente en una estatua o en una foto; está presente su pensamiento siempre vigente en el proceso político del país.

Para mí, cuando veo a su hijo Juan Fernando Velasco, músico, peleando por los artistas por el derecho a la libertad de expresión y comunicación, digo qué bueno, cómo se va recordando y aprendiendo de donde se tiene raíces. Eso es valioso. El Conejo dejó recuerdos en muchas personas y hay también una película en su homenaje que testimonia los procesos de cambio de la Cedocut y la Fenocin.

Nosotros manejamos tesis, principios y valores que debemos tener los seres humanos de la izquierda. No nos hemos torcido. Y creo en la izquierda, sigo pensando en los cambios, en la vida, porque ese es el mejor tributo que podemos ofrecer a Fernando. El trabajó por los cambios en la Cedocut, en el campesinado, en la Sierra y el Oriente, en indígenas y negros – donde seguimos trabajando – son legados que nos dejó y que los seguimos manteniendo. Hay gente que se olvida de esto; nosotros no nos olvidamos.

Y como aprendimos a ser parte de este trabajo, de la capacitación y de la lucha por los cambios, a ser honrados, con ética y valores, creo que es lo mejor para rendirle homenaje al Conejo.

El Conejo fue una persona carismática, alegre, un hombre de escritura, de una letra inconfundible, le encantaba escribir muchísimo a mano. Conocí a su familia, a sus padres, a su hermana Margarita, a su esposa Rosa María Torres, y a su hijo Juan Fernando Velasco. Yo siempre llegué a su casa.

El Conejo ahora tendría 69 años y seguramente estaría en el centro del proceso político que vivimos, con propuestas alternativas a la crisis económica y en el combate a la corrupción. Hubiese sido un aporte muy útil para las fuerzas progresistas y de izquierda.

Gracias por tu pensamiento, Fernando. Gracias a tu familia que te trajo al mundo, porque a estos seres que son buenos hay que mantenerlos y recordarlos.

9 septiembre 2018
Quito, Ecuador

* Presidente Nacional de la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas Unitaria de Trabajadores (CEDOCUT)

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